sábado, 18 de abril de 2009

Un gusto... desconocida

Ayer en el bus vi a una mujer preciosa, una joven linda, diferente, que sobresale de la multitud sin esfuerzo ni dolor. Ella, sentada al pasillo; yo, de pie entre tanta gente me planté a su lado para admirarla. Lo recuerdo todo perfectamente y quiero plasmarlo aquí para no olvidar: su cara muy blanca y armónica de unos 23 años, una nariz preciosa y su pelo rizado negro. Al principio iba despierta en esa mañana fría de abril, pero luego de unos momentos, y una vez que se puso unos lentes de marco grueso celestes que embellecieron aún más esos ojos grandes hermosos, se quedó dormida con lentes y todo. Mientras tenía amores con Morfeo no podía evitar ver sus labios gruesos e imaginar besarlos...

Durmió... durmió... y durmió aún más, casi todo mi viaje y yo ahí contemplándola como un tonto. Me llenó de ternura verla así entonces me armé de valor y tocando su hombro la desperté. Solo se movió un poco es su asiento pero no se incorporó. La seguí mirando y luego de unos instantes se despertó totalmente, me miró y me sonrió, algo que será muy difícil de olvidar. Le dije que tuviera cuidado, que la podían pasar a golpear pues el bus estaba lleno o quizá robar. Me sonrió nuevamente y llegó la desgraciada hora de bajarme...

Sé que nunca más te volveré a ver... un gusto... desconocida.

El abrazo final

Cuando el sol se ponga En el largo día de mi vida La Madre Tierra me recibirá  Con brazos abiertos en su seno Libraré al mundo de mi maldad ...